Antes de la intervención, la terraza orientada al sur del ático de María José y Ernesto, contigua al salón-comedor y a la habitación principal, y situada en un edificio racionalista de Manuel Cabanyes con vistas al barrio madrileño de Chamberí, era un espacio no lo suficientemente aprovechado, tanto en invierno como en verano. Teniendo unas condiciones privilegiadas de partida, la poca comunicación física y visual entre el interior y el exterior, debido a la existencia de un muro poco permeable, así como la diferencia de cota entre la terraza y la casa (casi medio metro), provocaban en la pareja una cierta desgana física y mental cada vez que querían salir para realizar cualquier acción. Y la daban por perdida, claro.
El encargo, aunque era pequeño (20 m2), significó un gran reto porque de nuestra intervención dependía que tanto María José como Ernesto recuperaran las ganas de aprovechar en todas sus posibilidades la terraza, un espacio tan deseado como afortunado en Madrid, transformando así en alto grado su relación con la casa.
La intervención en la terraza busca rearticular por completo el espacio doméstico, desde el acceso a la casa hasta las estancias adyancentes, a partir de la definición de dos acciones muy simples pero contundentes: por un lado, nivelar el salón-comedor y el dormitorio con la terraza con el objetivo de establecer un plano de continuidad entre el interior y el exterior; y, por otro, perforar lo máximo posible el muro que comunica la terraza con ambos espacios para conseguir que entre mayor cantidad de luz y, de paso, la ciudad de Madrid.
La nueva situación espacial fluida, continua y permeable de la casa facilita que la terraza se complete con la construcción de un telón de fondo verde visible tanto desde la cama como desde el sofá o la mesa de comer. Esta cinta continua, como si de una piscina se tratase, se construye con una cerámica de despiece pequeño cuadrado 10 x 10 y pantone poolgreen, que busca recuperar el lenguaje y la estética de los años treinta original de la vivienda.
Dependiendo de la posición en el espacio de la terraza, la cinta se transforma y muta: mientras que en la medianera se ensancha para contener una jardinera que alberga una glicinia, la planta favorita de María José, para dar sombra en los días de verano, en el muro que vuelca a la calle a veces se eleva y sirve para apoyar macetas, y otras se convierte en un banco para sentarse a ver los cambios de luz en el cielo de Madrid.